En los últimos años, el concepto de la positividad ha ganado atención como un remedio para afrontar los desafíos de la vida. Si bien cultivar una mentalidad positiva puede contribuir al bienestar personal, el fenómeno de la “positividad tóxica” también puede surgir como un peligro potencial al bienestar de las personas. La discusión en torno a la positividad tóxica se centra en el énfasis excesivo y poco realista en mantener una actitud positiva, incluso ante dificultades genuinas. Por lo tanto, es importante explorar los peligros asociados con la positividad tóxica, destacando su impacto potencial en la salud mental frente a los desafíos de la vida y en las relaciones interpersonales.
La positividad tóxica a menudo surge de un deseo bien intencionado de promover el optimismo y la resiliencia. Sin embargo, se vuelve problemático cuando los individuos se sienten presionados a reprimir o negar sus emociones auténticas en favor de mantener una fachada de positividad perpetua. La expectativa de estar siempre feliz puede llevar a las personas a reprimir o negar sus emociones legítimas, como la tristeza, la ira o la frustración. Esta supresión emocional puede tener consecuencias negativas para la salud mental.
Por tanto, uno de los principales peligros de la positividad tóxica radica en su potencial para socavar la salud mental. Cuando se insta constantemente a las personas a “ver el lado positivo” o “mantener una actitud positiva”, estas se sienten obligadas a ignorar o restar importancia a sus sentimientos de tristeza, frustración o ira. Esta supresión emocional puede provocar la acumulación de angustia emocional y contribuir al desarrollo de problemas de salud mental más graves, como ansiedad o depresión.
La positividad tóxica tiende a invalidar y descartar las emociones negativas al implicar que cualquier sentimiento negativo es injustificado o inaceptable. Esto puede crear un ciclo tóxico en el que las personas se sienten culpables o avergonzadas por experimentar respuestas emocionales naturales. Reprimir las emociones auténticas no sólo obstaculiza el crecimiento personal, sino que también puede tensar las relaciones personales.
En el ámbito de las relaciones interpersonales, las repercusiones de la positividad tóxica son profundas. Cuando las personas no pueden expresar sus verdaderos sentimientos, la comunicación abierta se ve comprometida. A los amigos, familiares y colegas les puede resultar difícil brindar un apoyo significativo o conectarse a un nivel más profundo cuando se enfrentan a un flujo constante de positividad forzada. Las conexiones auténticas se basan en la vulnerabilidad y la comprensión, ambas sofocadas por la naturaleza superficial de la positividad tóxica.
Esta positividad superficial y tóxica se ve amplificada por las redes sociales, ya que pueden contribuir a la propagación de expectativas poco realistas. La presión para mantener una conducta perpetuamente positiva puede crear un estándar inalcanzable, lo que lleva a sentimientos de insuficiencia y dudas sobre uno mismo. El énfasis constante en la felicidad puede crear presión social para que los individuos se ajusten a un estándar de felicidad específico, a menudo poco realista. Esto puede provocar sentimientos de insuficiencia o vergüenza en quienes no se sienten felices constantemente.
Los usuarios en redes frecuentemente comparten lo más destacado de sus experiencias, mostrando momentos de alegría, éxito y felicidad. Este intercambio selectivo puede crear un estándar poco realista para los seguidores, fomentando una sensación de insuficiencia o miedo a perderse algo (FOMO[1]) entre aquellos que perciben que sus propias vidas se quedan cortas. La presión para ajustarse a esta versión curada de la felicidad puede conducir a una cultura de positividad performativa, que filtra cualquier signo de lucha.
Además, las plataformas de redes sociales a menudo amplifican la difusión de citas motivadoras, afirmaciones y consejos bien intencionados, pero demasiado simplificados. Si bien las afirmaciones positivas pueden ser herramientas edificantes para el crecimiento personal, la promoción incesante de una mentalidad singularmente positiva sin reconocer las complejidades de las emociones humanas contribuye a la positividad tóxica.
El fenómeno de la “cultura del ajetreo” es otra manifestación de positividad tóxica en las redes sociales. La glorificación de la productividad ininterrumpida y la búsqueda constante del éxito pueden crear un entorno en el que se minimice o desestime el agotamiento. La búsqueda incesante de metas, a menudo presentada como un aspecto esencial de una vida plena, puede descuidar la importancia del equilibrio, el cuidado personal y el reconocimiento de los desafíos inherentes al crecimiento personal y profesional.
Si bien promover la positividad es indudablemente valioso, es crucial reconocer los peligros de la positividad tóxica. Adoptar un enfoque más equilibrado que reconozca y valide todo el espectro de emociones humanas es esencial para la salud mental y el cultivo de relaciones auténticas y significativas. Es importante señalar que el énfasis excesivo en la felicidad podría invalidar o restar importancia a las luchas y desafíos que enfrentan todas las personas. Es importante abordar las dificultades en lugar de simplemente promover una fachada de positividad constante. Necesitamos recordar que vivimos en una sociedad que mercantiliza todo. Por lo tanto, la mercantilización de la felicidad en industrias como la autoayuda, el bienestar y el estilo de vida puede conducir a la promoción de productos o servicios como soluciones rápidas para la felicidad. Esto puede ser engañoso y contribuir al consumismo.
En conclusión, debemos fomentar una cultura que permita la expresión de emociones tanto positivas como negativas. Podemos crear una sociedad más compasiva donde las personas se sientan empoderadas para afrontar los desafíos de la vida de manera auténtica.
[1] Fear of Missing Out por sus siglas en ingles