En las últimas décadas, la tasa bruta de matrícula en educación superior en América Latina y el Caribe aumentó alrededor del 25 por ciento en 2000 al 62 por ciento en el 2020[1]. Debido al incremento significativo en la tasa bruta de matrícula, desde la década de 2000, más de 2300 nuevas instituciones de educación superior se han creado y 30,000 nuevos programas se han desarrollado (Ferreyra, Avitabile & Paz, 2017). Indudablemente, el aumento en las tasas de ingreso en las universidades ha llevado a la toma de políticas decisivas destinadas a ampliar el acceso a la educación superior para la mayoría de su población, especialmente a aquellos con un ingreso familiar medio o bajo. Una de esas políticas, es el acceso a las universidades de forma gratuita.
En varios países de América Latina, como Argentina, Cuba o Nicaragua, la educación superior gratuita es una realidad a través de las universidades públicas. En un sistema de educación gratuito, la comunidad estudiantil tiene la posibilidad de asistir a universidades públicas sin tener que sustentar alguna mensualidad para completar su educación superior. En otras palabras, se podría considerar al sistema de educación gratuito como un sistema libre o público donde el estado asume el costo total o el costo mayoritario por la educación del alumnado, utilizando fondos gubernamentales; por ejemplo, los impuestos de los contribuyentes.
Es importante notar que hasta el día de hoy todavía existe el debate sobre si la educación superior gratuita es un derecho humano. Por ejemplo, en los 50, Marshall (1950) afirmaba que todos los ciudadanos tienen derechos civiles y derechos sociales, a vivir como seres civilizados bajo las normas de su sociedad, para poder elevar de esta manera su estatus social y económico. Por consiguiente, con la masificación de la educación superior y nuevos programas siendo creados, la educación gratuita, desde una perspectiva filosófica y moral, se percibe actualmente como un derecho humano de los ciudadanos.
Por lo tanto, la educación como un derecho humano y en la búsqueda de atender a una población estudiantil diversifica en términos de ingreso económico, la universidad pública viene a ser una opción para las masas. Una exhortación generalizada a través de las fronteras es que, educar a las masas y desarrollar en ellas competencias está altamente correlacionado con el progreso de cualquier país. Sin embargo, la educación pública presenta una dinámica de distribución de oportunidades desigual. Dado que el mercado de oportunidades educativas para la educación es imperfecto, es posible que algunas personas deban depender de la educación pública, cuya calidad consecuentemente depende de los niveles de gasto de un país. Dichos niveles de gasto impactan significativamente aspectos importantes del quehacer académico.
En educación superior existen aspectos importantes a los cuales las universidades ubican mucha atención. Algunos aspectos relevantes son las tasas de matrícula, retención y finalización, abandono y problemas de calidad. Aunque estos problemas son enfrentados tanto en las universidades públicas como en las universidades privadas; estos aspectos son más salientes en la educación pública. En términos de retención y graduación, según el estudio de Ferreyra, Avitabile, & Paz (2017), las tasas de graduación en Latinoamérica son un indicador preocupante de que algunas cosas no están funcionando del todo bien, ya que menos de la mitad de todos los jóvenes que comienzan sus programas de educación superior consiguen graduarse entre los 25 y los 29 años y las estadísticas son peor para nuevos ingresos.
En términos de calidad, los datos son mixtos con relación a la educación pública versus la educación privada. Una variable para medir la calidad de una institución es a través de la opinión pública. El poder de la opinión pública sobre la calidad de las universidades es claramente evidente en la creciente influencia de los rankings. Inicialmente limitada a América del Norte, las clasificaciones hoy en día impregnan todo tipo de instituciones de educación superior tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo (Salmi, 2017, como se citó en Gomez, 2020).
Aunque los rankings pueden ser variables de información incompletos en términos de medir la calidad de las universidades, esta clasificación ofrece oportunidades para muchas personas; por ejemplo, para solicitar ingreso a una escuela reconocida de posgrado, para movilidad internacional o para obtener un empleo con un buen salario. Para las instituciones, esta medición les permite realizar acciones correctivas para cumplir con los criterios de “clasificaciones” internacionales y las demandas gubernamentales o sociales, para hacer de las instituciones educativas competitivas, atraer a los mejores o para obtener ganancias financieras.
Una de las fuentes más utilizada por las universidades para respaldar la calidad de sus instituciones son los rankings de THE, el cual es el proveedor de datos que sustenta la excelencia universitaria en todo el mundo. Las clasificaciones universitarias mundiales de Times Higher Education (THE) incluyen más de 1700 universidades en 104 países y regiones, lo que las convierte en las clasificaciones universitarias más grandes y diversas hasta la fecha. Dichas clasificaciones son altamente reconocidas, ganando la confianza de la comunidad estudiantil, profesorado, gobiernos y expertos académicos en todo el mundo, Los rankings, como fue mencionado anteriormente, sirven para aumentar la reputación de las instituciones, lo que ayuda a estas a obtener ganancias financieras, ya sea a través del sector privado o gubernamental.
A nivel mundial, las universidades privadas o de prestigio como por ejemplo Oxford, Harvard o Cambridge siguen encabezando los rankings de THE. Lo que hace a estas universidades ser consideradas las mejores del mundo. Aunque debatible, la mayoría de las personas optarían por estudiar en universidades privadas o de prestigio si pudiesen financiarlo. En general, las universidades privadas siguen encabezando significativamente los rankings en comparación con las universidades públicas globalmente. En el caso de América Latina, la panorámica es diferente.
En el año 2022, el reporte de THE muestra que, “los países con las instituciones mejor posicionadas son Brasil con 72 universidades, seguido de Chile (30), Colombia (29), México (26), Ecuador (13) y Perú (10) (Ellis, 2022, párr. 5). En los 10 primeros lugares, La Pontificia Universidad de Chile lidera la lista por cuarto año consecutivo, pero Brasil es el país con mejor desempeño en general. Brasil también tiene el puntaje promedio más alto para la enseñanza y el puntaje promedio más alto en investigación. De las primeras 10 universidades mejor calificadas en Latinoamérica, 7 son de Brasil, de las cuales, la mayoría son consideradas públicas.
El caso de las universidades públicas en Brasil es un caso interesante. El hecho de que las universidades públicas tengan un gran prestigio a nivel Latinoamérica y sean calificadas considerablemente vale la pena ser analizado. El gobierno de Brasil parece invertir grandes fondos en la promoción y desarrollo de la educación superior en relación con diferentes aspectos (ej. Enseñanza, investigación) para hacer de las universidades competitivas a nivel internacional y tener una comunidad académica altamente calificada. Diferentes instituciones a nivel federal y estatal tienen un empuje grande dentro de la educación superior. Por ejemplo, La CAPES (Coordinación para el Perfeccionamiento del Personal de Enseñanza Superior) y el CNPq (Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico) han impulsado diversos programas de posgrado y la investigación científica para entrar efusivamente en el escenario internacional.
En consecuencia, se podría argumentar que la clave de una educación superior de calidad es la inversión significativa de fondos para promover, gestionar y mejorar permanentemente la calidad de los servicios ofrecidos a la comunidad educativa a diferentes niveles. Tanto las universidades privadas como públicas altamente calificadas a nivel mundial parecen compartir eso en común. Existe un empuje económico, una gran inversión en la enseñanza, la investigación, la preparación del personal académico, las citaciones, entre otros aspectos.
Por consiguiente, si las universidades públicas desean ser competitivas a nivel nacional e internacional con universidades privadas o de prestigio, deberán enfocarse en aspectos que ayuden a abordar las tasas de matrícula decrecientes, las caídas de las tasas de retención y finalización de los estudiantes y/o colocar un mayor enfoque en el aprendizaje aplicado y la empleabilidad de los graduados. De esta manera podrán cumplir total o parcialmente con la promesa de educar a las masas y desarrollar en la población competencias altamente correlacionadas con el progreso de cualquier país. Después de todo, en la cultura global, ahora se espera que la universidad, como otras instituciones educativas, invierta su capital en el mercado del conocimiento.
[1] https://data.worldbank.org/indicator/SE.TER.ENRR.FE?locations=ZJ
Referencias
- Ellis, R. (Julio 14. 2022). Latin America University Rankings 2022: results announced. The Times Higher Education. https://www.timeshighereducation.com/world-university-rankings/latin-america-university-rankings-2022-results-announced
- Ferreyra, M. M., Avitabile, C., & Paz, F. H. (2017). At a crossroads: higher education in Latin America and the Caribbean. World Bank Publications.
- Gomez, M. (2020). Supporting English language learning: pedagogical perspectives of translanguaging in English language teaching at higher education in Brazil [Doctoral thesis, Universidade Estadual de Londrina]. BDTD. https://bdtd.ibict.br/vufind/Record/UEL_684480409fe4d83800f17ae31df14393
- Marshall, T.H. (1950). Citizenship and Social Class: And Other Essays. Cambridge, UK: Cambridge University Press.